FRANCIA

Los funcionarios franceses siguen en huelga

El conflicto entre trabajadores del sector público y las autoridades de la República francesa sigue en pie. La última temporada hemos podido comprobar cómo, por poner un ejemplo, la urbe de París quedaba desconectada en cuanto a transporte público se refiere. Hoy prosigue la incomunicación, desconectando no sólo internamente la metrópoli parisina, sino también, por aire, con el resto del Mundo. Pero no sólo el mundo del transporte se ha visto afectado, sino también un sinfín de sectores más: Educación, donde, según sindicatos un 60% del profesorado se ha paralizado en Primaria y Secundaria, y donde también ha habido protestas estudiantiles en las universidades. Parálisis también en hospitales y centros de salud. No menos entre los mineros, ni entre trabajadores de la industria energética.

El motivo de todo este follón radica en las medidas adoptadas por el Gobierno de François Fillon, y la complicidad activa del Presidente de la República, Nicolas Sarkozy. Estas medidas aumentarán el número de años necesarios para el funcionario para poder jubilarse, y sólo pretenden reemplazar al 66,6% de estos trabajadores, con lo que el sector público se veríua en declive. El argumento del Ejecutivo es bien claro: la hacienda del país no se puede permitir el gasto que le supone este sector, tan mimado por la sociedad francesa. Los funcionarios se quejan de que, además, hay despidos previstos y congelación salarial, con consecuencia de pérdida de poder adquisitivo por parte del funcionariado.

Sarkozy, Jefe de Estado y no de Gobierno, ha tomado parte en el asunto con demasiada ímpetu. Y es que, Sarkozy, desde que llegó al poder el pasado mayo, en unas elecciones en las que, por muy poco, Ségolène Royal salió derrotada, éste no para de convertirse permanentemente en el foco de atención de todo el mundo riñendo con periodistas, con el tema de su divorcio... en el plano personal. En el político: la polémica ley que prevé una especie de prisión preventiva en psiquiátricos especializados para pedófilos que abandonen la cárcel una vez terminada su condena y sus mediadas para frenar la inmigración que tanto le irrita, poniéndole solución al implantar un test de ADN obligatorio para aquellos que pretendan ingresar en Francia para reunirse con sus familias. Son lo más impresentable a destacar, aunque yo creo que este señor tiene más que suficiente gana de seguir siendo, por los próximos cinco años, una figura megalómana y omnipresente, Napoleón del siglo XXI, o una especie de Margareth Thatcher, ya que no dista mucho políticamente de esta última.

I.N.D.
48/Q-068352

21-NOV-2007